Shoji
Las puertas correderas exteriores intermedias se conocen con el nombre de shoji,
Los shoji son cerramientos translúcidos que no permiten ver a través de ellos, pero que
filtran la luz gracias a unas hojas de papel que tiene la misma función que el vidrio en los
ventanales occidentales. El movimiento de siluetas que se dibuja en los shoji cuando una
persona circula cerca de ellos ha sido muy utilizado en escenas de intriga en el cine japonés.
El shoji descansan sobre unas guías en el suelo y se encajan en otras en el dintel,
ambas de una sorprendente simplicidad, pero de una ejecución tan perfecta que permite
deslizar las hojas con solo un leve movimiento de la mano. Este es uno de los aspectos que
ratifica el excelente oficio de los carpinteros japoneses, reconocido por especialistas de todo
el planeta.
Fusuma
La puertas correderas interiores se denominan en japonés fusuma y se colocan en el hueco
definido, horizontalmente, por dos pilares y, verticalmente, por el suelo y una viga-dintel.
Dependiendo del tamaño del edificio, la separación entre esos pilares contiguos puede variar
entre algo menos de cuatro metros y casi el doble. Esa limitación la establece la dimensión
de los árboles utilizados para formar la viga-dintel. Aunque la distancia entre columnas
puede ser bastante variable (por ejemplo, los grandes templos o palacios suelen tener luces
mayores que las residencias), no lo es tanto la altura a la que se colocan los dinteles. Ello es
debido a dos motivos. El primero, por la imposibilidad de fabricar pilares de una sola pieza
de madera de gran altura y el segundo, a que estos deben arriostrarse horizontalmente.
Con esos condicionantes, y otros más técnicos que tiene que ver con el sistema de
modulación empleado en la construcción japonesa, las medidas de una hoja de fusuma
oscilan entre 1,70 y 2,20 m de altura, y entre 90 y 140 cm de anchura. Los fusuma tienen las
dos caras lisas y opacas, como una puerta actual.
Estructura de un fusuma
La hoja de un fusuma se construye con los siguientes elementos. En primer lugar, se monta
un marco de acuerdo con las medidas que deba tener. Solo los cabios superior e inferior
tienen calces para encajar en sus respectivas guías. Simultáneamente, en ese bastidor se va
encajando un entramado rectangular de listones horizontales y verticales para darle rigidez y
servir de soporte a su acabado, una especie de cartón liso.
Una vez ejecutada esa estructura, se encolan sobre ella, y por ambas caras, varias capas de
un papel grueso hasta obtener la dureza deseada. Finalmente, se remata todo su perímetro
con unos finos listoncillos lacados y se colocan los tiradores rehundidos.
El resultado es una hoja de superficie casi blanca, perfilada con una línea de brillante laca
negra y donde resalta un tirador oscuro, generalmente circular. A menudo los fusuma se
decoran con dibujos geométricos o pinturas de temas diversos. Muchas de las grandes obras
del patrimonio pictórico japonés se han ejecutado sobre los fusuma de palacios y templos.
Importancia de los fusuma y shoji
La incidencia de los fusuma y shoji en la definición del espacio en la arquitectura japonesa ha
sido enorme. Desde su empleo sistemático iniciado hace más de quinientos años hasta
nuestros días, esos dos tipos de particiones han otorgado a los interiores japoneses un grado
de flexibilidad único que, maravilló a los pioneros de la
arquitectura moderna occidental.
Amado
Otro tipo de cerramiento exterior pensado para
incrementar la protección contra la lluvia, el viento, frío, polvo o las intrusiones no deseadas.
Esa función la llevan a cabo los amado, una especie de postigos colocados por la cara
exterior de los shoji y correderos como ellos.
Cuando se abren las hojas de los amado, normalmente, quedan situadas en una esquina y
ocultas entre uno de los pocos muros del edificio y una mampara exterior de madera. Para
bloquear las hojas al cerrarlas, por ejemplo, por la noche, disponen de pasadores metálicos o
de madera que se encajan en sus guías impidiendo su apertura.
Shitomi
Los antecesores de los amado fueron los shitomi, unos cerramientos no deslizantes y
divididos horizontalmente en dos partes. La superior se abatía verticalmente colgándola de
unos ganchos al efecto y la inferior se mantenía fija o se desmontaba. Para mejorar su
manejabilidad, en algunos casos, se unían ambas con bisagras para permitir abatirlas
plegándolas. Como puede deducirse, su manipulación resultaba más laboriosa y pesada que
la de los posteriores amado. Los shitomi se emplearon en palacios y grandes mansiones
durante los siglos IX al XII.
El nacimiento del estilo shoin
Tras siglos de perfeccionista reiteración de los patrones que definían al estilo shinden, a
mediados del periodo Muromachi (1333-1573) apareció finalmente un nuevo modelo
arquitectónico. Los elementos arquitectónicos shinden dieron paso a otros de función
semejante que conformaron el denominado estilo shoin.
Puertas
Las cortinas (kabeshiro) del estilo shinden fueron sustituidas, en el estilo shoin, por puertas
interiores correderas y opacas (fusuma). Hay que tener presente que ese tipo de puertas se
había empleado muy poco en las mansiones heian.
Las persianas de bambú (sudare) del estilo shinden, usadas para tamizar la luz exterior y
otorgar algo más de privacidad visual, fueron sustituidas en el estilo shoin por puertas
exteriores correderas (shoji), revestidas de papel para permitir el paso de la luz pero no de
las vistas. Sin embargo, las persianas de finas cañas siguieron empleándose en muchos casos
como protección contra la radiación solar o las miradas indiscretas.
Los postigos abatibles (shitomido) del estilo shinden se volvieron correderos (amado) en el
estilo shoin. Estos últimos resultaban mucho más fáciles de mover y cuando se abrían
quedaban todas sus hojas superpuestas en una zona debidamente protegida.
En las mansiones shinden, las esteras de paja se colocaban únicamente donde debía
sentarse algún noble o persona de cierto rango. En los edificios de estilo shoin, se
extendieron a casi toda la superficie habitable interior, revistiendo con tatami todo el
primitivo entarimado. Las tablas de madera se mantuvieron como pavimento solo en las
galerías, fuesen cerradas (hisashi) o abiertas (sunoko) ambas conocidas en el estilo shoin
como engawa o en respectivamente. El término sunokoen se aplica solo a las galerías que
tienen las tablas de su entarimado separadas para permitir el drenaje del agua de lluvia.
Difusión del estilo shoin
A partir del siglo XVI, el estilo shoin se convirtió en el patrón con el que se construían tanto
palacios y mansiones de altos cargos gubernamentales o militares, como residencias de
monjes, comerciantes o artesanos. Para que un edificio se pudiera calificar como de estilo
shoin era necesario que al menos tuviera una habitación o zona que dispusiera de un
tokonoma para exponer algún elemento decorativo y, si era posible, unos estantes
escalonados (chigaidana) y un escritorio (tsukeshoin).
Con la presencia de esos elementos, y dando por supuesto que los tatami cubrían todo
suelo, los fusuma, decorados con pinturas o no, separaban las diferentes salas y los huecos
de fachada se cerraban con los shoji y amado, cualquier interior se convertía en un ejemplo
de estilo shoin.
Las variaciones en la situación, forma, textura y color de esos componentes básicos, así como
sus posibles combinaciones entre ellos han permitido obtener un número casi infinito de
resultados, todos diferentes, pero todos de acuerdo con unos principios que unifican y
califican todo interior japonés. Eso era y es el estilo shoin.
El estilo shoin hoy
El estilo shoin ha pervivido hasta nuestros días y no es excepcional que incluso en modernos
edificios, proyectados por los arquitectos más vanguardistas, se incluya una sala o habitación
con tatami y un tokonoma donde colocar objetos especialmente apreciados.
En la casa diseñada por el famoso arquitecto Ito Toyo para sí mismo, no ha renunciado a
tener una sala con un austero tokonoma que va más allá de los modelos clásicos para
remontarse a sus orígenes, cuando no era más que un sencillo espacio donde exponer una
pintura o arreglo floral colocado sobre una mesita.
El pavimento de tatami, la ausencia de muebles y el empleo de shoji son elementos
definitorios de un interior cien por cien japonés que, en este caso, lo es sin dejar de ser moderno.